En cualquier investigación en la que exista una
participación de personas surgen diferentes dilemas sobre lo que es o no es
éticamente correcto. En investigación educativa cabe hacer hincapié en esta
idea, ya que en ella la participación de menores es muy elevada, así como el
trabajo con personas que requieren necesidades especiales o grupos
desfavorecidos, multiplicándose de este modo los dilemas sobre lo que es o no
éticamente correcto.
Algunas cuestiones que podemos plantearnos es sobre
si es ético o no exponer a los participantes a un estrés físico o mental. Desde
mi punto de vista si la investigación no requiere llegar hasta esos extremos no
sería conveniente producirles un daño, aunque sí que es cierto que el sujeto
que participa en cualquier investigación puede decidir no seguir por
encontrarse indispuesto, aunque si podemos evitarlo mejor.
Contar con un gran abanico de metodologías repercute
también en las consideraciones éticas, ya que estas estarán determinadas por el
paradigma que ha sido seleccionado por parte del investigador. Por ejemplo, si
nuestra investigación sigue un diseño cuasiexperimental y hemos de dejar sin un
programa de mejora de las condiciones socioeducativas a los sujetos que forman
el grupo de control, ¿sería lícito no atender a las necesidades de un grupo aún
sabiendo que estos se encuentran en una situación desfavorecida?
A mi parecer se podría considerar lícito siempre y
cuando sea necesario para la investigación, pues si el resultado resulta ser
positivo se beneficiará al grupo experimental dejando a un lado el grupo de
control y siendo injusto, por lo que si se puede llevar a cabo la investigación
utilizando otro enfoque que de cabida a todos y no se hagan distinciones sería
ideal.
Aunque es cierto que si después se lo
proporcionáramos al grupo de control podríamos llegar a equiparar los efectos
del experimento. Además, debemos de ser conscientes que si nuestra
investigación va a repercutir favorablemente en la sociedad, estaremos
sacrificando a un grupo reducido de personas en comparación a la multitud de
humanos que pueden verse beneficiados en un futuro. Más que ético sería
necesario, como comentaba en líneas anteriores. Así pues, existe un dilema
ético pero el coste es menor al beneficio que se obtendría a largo plazo.
Del mismo modo, imaginamos que ante una
investigación etnográfica, descubrimos que a determinados menores de la institución
se les está sometiendo a maltrato psicológico, ¿qué deberíamos hacer?,
¿denunciar públicamente?, ¿comunicarlo a los responsables directos de la
institución?, ¿no difundirlo? A mi parecer no hay que lanzarse al río, sino que
deberíamos de actuar en dos pasos. Primero se le tendría que informar a la
persona encargada del centro en concreto para que acabara con el problema y
actuara de forma correcta. Si por el contrario esta figura no lleva a cabo la
actuación pertinente entonces yo denunciaría, en mi persona. Considero que
denunciar públicamente y formar un escándalo solamente aportaría aspectos negativos,
pudiendo perjudicar al alumnado afectado e incluso a nosotros como
investigadores, pues puede que no se nos haga ningún tipo de caso y que la situación
siga igual y nuestro nombre acabe manchándose.
Otro de los dilemas que se nos podrían plantear en
cualquier investigación es si es lícito engañar a las personas que participan
en una investigación. Según mi opinión, dependerá de la magnitud y de aquello
que estemos investigando, es decir, si queremos observar situaciones naturales
deberemos omitir que se está participando en una investigación ya que si no
estaríamos forzando una realidad. De este modo, dependerá de la investigación,
es decir, dependerá de si se pueden recoger datos objetivos y fiables sin
llegar a engañar a los participantes.
No obstante, debemos pensar que en el momento en el
que los participantes se enteren de su participación pueden sentirse heridos y
avergonzados. Si ocultamos información debemos de tener en cuenta aspectos como
la dignidad propia de cada sujeto pudiendo sentir que estamos invadiendo su
privacidad sin que se den cuenta.
Finalmente quisiera comentar la cuestión de si es o
no necesario un código deontológico para los investigadores educativos. Este
podría definirse como el conjunto de “normas acerca del correcto proceder o, al
menos, sugerencias para sensibilizar y hacer reflexionar a los investigadores y
profesionales sobre los dilemas y cuestiones con que se enfrentan en sus
actuaciones cotidianas” (Tojar y Serrano, 2000).
Afirmo que son necesarias unas directrices éticas,
quizás no como código deontológico. No solo se necesitan unas pautas generales,
sino también algunas que puntualizaran cómo actuar en casos específicos
problemáticos. Además, según mi opinión estas directrices deberían ser
actualizadas constantemente en función de la sociedad y las investigaciones que
se produzcan, ya que el contexto va a determinar el tipo de investigación y por
consiguiente las necesidades, entrando en juego dichas pautas que ayuden a
actuar de una forma u otra.
No obstante, no todos los valores son válidos para
fomentarlos, pues hay algunos cargados de valor negativo. Por esa misma debemos
promover una serie de valores universales tales como la dignidad, el respeto, la
libertad, la igualdad, etc.
“La utilidad o no de los códigos deontológicos sería
motivo de una nueva discusión. Sólo para terminar, exponer que si el
investigador respeta los derechos que las personas tienen legal y moralmente
reconocidos, tendríamos recorrido un gran camino en los aspectos éticos de la
investigación” (Buendía y Berrocal, 2001).
Bibliografía
Buendía, L. Y Berrocal, E. (2001). La Ética de la
Investigación Educativa. Universidad de
Granada. Recuperado de: http://rabida.uhu.es/dspace/bitstream/handle/10272/6606/Etica_de_la_investigacion_educativa.pdf?sequence=2
Tójar, J. C. y Serrano, J. (2000). Ética e investigación
educativa. RELIEVE, 6 (2). Recuperado
de: https://www.uv.es/relieve/v6n2/RELIEVEv6n2_2.htm